Archives

  • 2018-07
  • 2019-04
  • 2019-05
  • 2019-06
  • 2019-07
  • 2019-08
  • 2019-09
  • 2019-10
  • 2019-11
  • 2019-12
  • 2020-01
  • 2020-02
  • 2020-03
  • 2020-04
  • 2020-05
  • 2020-06
  • 2020-07
  • 2020-08
  • 2020-09
  • 2020-10
  • 2020-11
  • 2020-12
  • 2021-01
  • 2021-02
  • 2021-03
  • 2021-04
  • 2021-05
  • 2021-06
  • 2021-07
  • 2021-08
  • 2021-09
  • 2021-10
  • 2021-11
  • 2021-12
  • 2022-01
  • 2022-02
  • 2022-03
  • 2022-04
  • 2022-05
  • 2022-06
  • 2022-07
  • 2022-08
  • 2022-09
  • 2022-10
  • 2022-11
  • 2022-12
  • 2023-01
  • 2023-02
  • 2023-03
  • 2023-04
  • 2023-05
  • 2023-06
  • 2023-07
  • 2023-08
  • 2023-09
  • 2023-10
  • 2023-11
  • 2023-12
  • 2024-01
  • 2024-02
  • 2024-03
  • 2024-04
  • Estas ideas de Pi era dialogaron con las de Rodr

    2019-05-20

    Estas ideas de Piñera dialogaron con las de Rodríguez Feo, director de Ciclón, que en esos años defendió valores cada vez más alejados de los que una vez lo llevaron crf1 emprender el proyecto origenista con Lezama Lima. Este diálogo del director con el secretario de redacción y corresponsal de Ciclón es posible seguirlo en reseñas a exposiciones y notas críticas como “El dilema de nuestra pintura”, donde Rodríguez Feo diagnostica una crisis general del arte occidental, una falta de autenticidad que partía de seguir criterios de las galerías europeas o norteamericanas y de dejar de lado la exploración de la condición del artista. De las opiniones de Rodríguez Feo en esos años, se puede inferir que no estaba de acuerdo con producir arte mediante la copia artificial y superficial de modelos importados, sino que lo verdaderamente universal como expresión humana lo encontraba en partir de las necesidades expresivas de cada creador. De modo que los directores de Ciclón, mediando la década de los cincuenta, coincidieron en afirmar que la universalidad como ideal de toda obra estética, no siempre consistía en estar actualizado con los centros imperiales ni era tampoco exclusivamente un asunto de prestigio, sino que se trataba un valor de las obras que lograban expresar toda la complejidad de la condición del hombre que caminaba al ritmo del mundo moderno. Además, Piñera y Rodríguez Feo confiaban en la necesidad de formar una comunidad creativa, que potenciara la formación de lectores críticos; pero también que ampliara los marcos del diálogo, los públicos y los espacios para difundir la creación. La apuesta cosmopolita de Ciclón, entonces, no estuvo asociada al prestigio ni a la fundación de raíces para el sustento de una cultura nacional, sino al interés de poner a circular lecturas “raras” en su medio. De modo que en sus marcos, los prosistas y poetas jóvenes cubanos que comenzaban a publicar, como Severo Sarduy y Nivaria Tejera, ocuparon un lugar central. Ellos estuvieron acompañados por colaboraciones de escritores y críticos de pensamiento heterodoxo como José Luis Romero, Luis Cernuda, Harry Levin, Jorge Luis Borges, Witold Gombrowicz o Alfonso Reyes. Al conjunto anterior, se sumaron traducciones de autores iconoclastas como el Marqués de Sade y las propuestas patafísicas, así como lecturas literarias de Freud y otros recortes de poesía mundial, que no gozaban de mucho prestigio entre la intelectualidad cubana de los años cincuenta. Todo esto cumplió con los propósitos que se enunciaron en la nota editorial del primer número de Ciclón, que llevó por título “Borrón y cuenta nueva”, donde se manifiestan los ánimos polémicos de Virgilio Piñera y el interés de Rodríguez Feo por crear una alternativa cultural distinta de la propuesta por Orígenes. Estas intenciones se extendieron en la forma como se usaron colaboraciones de, por ejemplo, Jorge Luis Borges y Witold Gombrowicz, que en las páginas de la revista sirvieron para despertar polémicas contra Ortega y Gasset y contra el origenismo. Mito fue una publicación contemporánea de Ciclón y su política editorial cosmopolita también apuntó a osteoblasts innovar y ampliar los marcos de referencia de actualidad cultural. En este caso, se respondió a la necesidad de poner a circular lecturas poco conocidas en el ámbito letrado colombiano de los años cincuenta, un medio anquilosado en el hispanismo heredero del siglo xix y vigilado celosamente por un régimen conservador, cuya política cultural más relevante era la censura. Los de Mito buscaron atraer algo del pensamiento moderno de la primera mitad del siglo xx y, en este sentido, siguieron el ejemplo de las antecesoras Sur y Orígenes, así como las huellas de la revista Crítica, editada en Bogotá por Jorge Zalamea desde los últimos años de la década del cuarenta, hasta que fuera censurada y su director enviado al exilio en 1951. Los editores de Mito, Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, coincidieron con muchas de las ideas de Virgilio Piñera y José Rodríguez Feo sobre el cosmopolitismo y lo que hacía universal a la literatura. Como Ciclón, Mito no quiso institucionalizar una propuesta estética o una cultura literaria en los términos en los que lo habían hecho Sur y Orígenes. En cambio, en la publicación se propuso el diálogo del campo letrado colombiano con la coyuntura mundial de la Guerra Fría y, al tiempo, se quiso analizar la situación de violencia generalizada en la Colombia de los años cincuenta. De ahí la intención que anuncia el editorial del primer número de “poner las palabras en situación” y hacerlas “honestas con el medio en donde vegetan penosamente o se expanden”. Pero no se apuntó a una política iconoclasta desde una actitud irreverente, como la que se llevó a cabo en Ciclón. En términos generales, Mito fue más conservadora y menos polémica que la empresa de Ciclón, aunque a su modo, contribuyó a la renovación del campo cultural en el que circuló.