Archives

  • 2018-07
  • 2019-04
  • 2019-05
  • 2019-06
  • 2019-07
  • 2019-08
  • 2019-09
  • 2019-10
  • 2019-11
  • 2019-12
  • 2020-01
  • 2020-02
  • 2020-03
  • 2020-04
  • 2020-05
  • 2020-06
  • 2020-07
  • 2020-08
  • 2020-09
  • 2020-10
  • 2020-11
  • 2020-12
  • 2021-01
  • 2021-02
  • 2021-03
  • 2021-04
  • 2021-05
  • 2021-06
  • 2021-07
  • 2021-08
  • 2021-09
  • 2021-10
  • 2021-11
  • 2021-12
  • 2022-01
  • 2022-02
  • 2022-03
  • 2022-04
  • 2022-05
  • 2022-06
  • 2022-07
  • 2022-08
  • 2022-09
  • 2022-10
  • 2022-11
  • 2022-12
  • 2023-01
  • 2023-02
  • 2023-03
  • 2023-04
  • 2023-05
  • 2023-06
  • 2023-07
  • 2023-08
  • 2023-09
  • 2023-10
  • 2023-11
  • 2023-12
  • 2024-01
  • 2024-02
  • 2024-03
  • Es de todos conocido que

    2019-05-18

    Es de todos conocido que durante el reinado de Felipe III y su privado, el duque de Lerma, la corrupción, el cohecho y la venta de cargos alcanzaron niveles inusitados. El desplome de la legalidad se sumó cantharidin la crisis económica que venía arrastrándose desde el reinado de Felipe II. En 1598, a su muerte, los ingresos de la Hacienda eran alrededor de diez millones de ducados, mientras la deuda externa era de unos sesenta y ocho millones (Domínguez Ortiz: 313). La situación, agudizada por la extrema liberalidad en las mercedes a costa de un tesoro real muy mermado, el afán desmedido de lucro y la despoblación significaron una abundante producción de textos de arbitristas, moralistas, políticos y economistas que proponían diversas reformas. En medio de dicha coyuntura, Alarcón plantea algunas propuestas legislativas en (1620-1623) y en (1621-1622), cuyos nexos con los planteamientos reformistas pretendo analizar. En los proyectos legales los hace el legendario legislador espartano Licurgo; en , curiosamente, el gracioso Zaratán, quien dice ser inclinado al legislador ateniense Solón. Ambas obras coinciden en que las leyes propuestas son aceptadas por los gobernantes. Basado en el oráculo de Apolo, el Rey de Creta solicita a Licurgo que gobierne con él para garantizar la paz del reino, y se conduzcan como una sola persona: “en mí ha de estar la corona, / pero mi poder en vos” (vv. 965-966). Entre las razones que aduce el legislador para no aceptar la propuesta, la más importante es que los astros le pronosticaron que mataría a un rey o moriría a sus manos. No obstante, ante los razonamientos del Rey accede a servirlo. Las primeras acciones del monarca son nombrarlo Gobernador general, delegarle toda su soberanía en los vasallos y otorgarle total autoridad con una sortija: “Éste es mi sello real; / por él han de obedeceros” (vv. 1294-1295). Esta simbiosis y la concesión del sello real recuerdan la cédula de 1612, en la cual Felipe III otorgaba el valor de su firma al duque de Lerma, con la diferencia de que Licurgo vería por el bien del reino. El monarca pide al legislador: “Derogad costumbres, usos, / ordenanzas y decretos; / juzgad causas, haced leyes, / dad castigos y dad premios…” (vv. 1219-1222). Solo le solicita cuatro cosas: primera, hablarle con la verdad; segunda, que sus criados y deudos no tengan exenciones cantharidin ni privilegios; tercera, que sea piadoso con las mujeres que tengan flaquezas, y En particular esta referencia al compadrazgo y la ilegalidad en el ejercicio de la justicia remiten al período de Lerma. La urgente necesidad de modificar la legislación es planteada por Sancho de Moncada al aconsejar a sporangia Felipe III, en 1619, “quitar o mudar las leyes que el tiempo y nuevas circunstancias han hecho inútiles, o dañosas a España” (Moncada: 202-203). Respecto al cohecho a los jueces aludido por el Rey de Creta, el economista señala que hay excesivas leyes, de las cuales muchas no se usan, “y dejan las puertas abiertas a jueces para que aprieten a quién [] quisieren, diciendo que no están abrogadas, y disimulen con quién quisieren, diciendo que no están en uso…” (202). Además, advierte que la ambigüedad de algunas ocasiona denuncias y pleitos. Su conclusión es que todo el daño de España “nace de no haberse guardado las leyes de los esclarecidos progenitores de V. Majestad” (204). Así pues, Ruiz de Alarcón se incorpora, a través del teatro, a la corriente de proponer reformas ante la situación decadente de la Península. En la dinámica de la tragedia, antes de plantear leyes, Licurgo se enamora perdidamente de Diana y esto lo desvía de su función pública. El personaje reconoce: “¡Qué bien a Creta dará / leyes justas quien sujeto / vive a tan fuertes pasiones!” (vv. 1398-1400). En cuanto al Rey de Creta, enamorado de la misma dama —ignorándolo Licurgo—, ha intentado deshonrarla a pesar de ser hija de su privado Severo, luego, dado que tiene capitulada su boda con una ateniense por razón de Estado, acepta que el legislador la despose, mas sin renunciar a su pasión.